El acto revolucionario de tumbarte en el sofá (cuando tienes mil cosas pendientes)
Cómo encontrar tu equilibrio entre el deber y el placer sin sentirte una delincuente por elegirte a ti misma
Ayer pensaba sobre lo difícil que es dejar de hacer lo que toca para poder hacer lo que te apetece. Y mucho menos si lo que te apetece se llama tumbarte en el sofá con una manta a las once de la mañana y tú eres una mujer funcional que a priori, no tiene ninguna excusa que lo justifique.
Te pongo en contexto: viernes, último día de una semana intensa como pocas. Sola al frente de la logística familiar desde el lunes —madres solteras del mundo os hago la ola, porque vaya tela—. Mañanas que arrancan a las 6am y listado de tareas más extenso que los términos y condiciones que aceptamos sin leer cuando actualizamos el móvil.
La semana que me dejó como una loncha de panceta
Como ya sabía de antemano que iba acabar cada noche tirándome a la cama cual loncha de panceta en sartén, el viernes pedí fiesta en el trabajo. Así que ayer, después de volver a amanecer a las 6am, preparar desayunos y almuerzos y volver de la escuela, era mi momento.
¿Y qué pasaba? que había una pila enorme de ropa sucia para poner a la lavar, una colada limpia en la cuerda de tender esperando a ser recogida y doblada, el pasillo de casa parecía el lejano oeste con los pelusones recorriéndolo de arriba y abajo y la cocina necesitaba un buen repaso después de 5 días de limpieza y mantenimiento al mínimo viable. Y eso solo sin asomar la nariz a las habitaciones.
El dilema: tú o los pelusones
¿Qué haces cuando lo que tú quieres es tomarte la mañana para ti pero tus obligaciones te gritan tan alto que te dejan sorda?
Pues mira, hace cosa de un año o así, me hubiese obligado a ponerme manos a la obra, le hubiese dado un buen manotazo a mis deseos y la mañana se habría pasado entre fregonas, pinzas de tender y KH7. Seguramente, como ya que estaba de zafarrancho y con la visión Mr Proper activada, hubiese pensado que era buena idea mover los sofás para limpiar bien por detrás y cosas de esas, y me hubiese tirado toda la mañana dale que te pego para dejarlo todo, no como lo chorros del oro, pero en una aproximación cercana.
Así que hubiese acabado la mañana completamente frustrada y con un cabreo del quince, porque, joder, me la he pasado entera limpiando y ordenando y no he hecho nada de lo que me apetecía, que era simplemente descansar. Porque no tengo tiempo para mí y las tareas del día a día me comen, grrrrrrrr. Mala leche instalada en el sistema operativo hasta el día siguiente.
Mi transformación plumática
Por suerte, la Carol del 2025 ha adoptado otra filosofía de vida y está en plena plumificación. La plumificación es el proceso de soltar el látigo de la exigencia —propia y ajena— y convertirte en Mujer Pluma: una que fluye más con la vida y sobre todo, con su propio bienestar. Una que se permite anteponerse a los debería para vivir equilibrio entre los que hay que hacer y lo que quiero hacer.
La técnica del mínimo viable doméstico
Así que cuando llegué a casa, hice un listado rápido de todo lo que había que hacer y luego, apliqué la técnica del mínimo viable doméstico: ¿qué es lo imprescindible que TIENE que estar hecho para que la casa sea funcional durante el fin de semana? No lo que me gustaría, no lo que quedaría ideal, solo lo absolutamente necesario.
Y la lista se redujo drásticamente: poner una lavadora con la ropa que realmente necesitábamos para el finde, recoger y doblar la ropa limpia, y dar un repaso rápido a la cocina y el baño. Tres cosas. Solo tres.
La revolución de la media hora
Le dediqué una hora —cronometrada y todo, que si no me conozco y acabo haciendo maratones de limpieza— y cuando terminé me planté en el sofá con MI MANTA (esa que mis hijos siempre me roban), un libro y el permiso absoluto para no hacer nada más que existir.
Media hora allí tirada. Media hora de NADA. Media hora que no estaba "optimizando" ni siendo "productiva" ni haciendo cosas "útiles". Solo respirando y dejando que mi cuerpo descansara.
¿Y sabés qué? Esa media hora de aparente "no hacer nada" fue el acto más revolucionario de mi semana. Porque en una sociedad que glorifica estar siempre ocupada, que asocia el descanso con la pereza, y que nos hace sentir culpables por cada minuto "improductivo", tumbarse en el sofá a media mañana cuando hay mil cosas pendientes es un acto de rebeldía.
Los frutos de la rebeldía
Tras mi pausa revolucionaria, me sentí con energía renovada. Pude dedicar el resto del día a escribir —que era lo que realmente me apetecía hacer con mi día libre—, a leer un rato más, e incluso preparar algo rico para comer, todo sin esa sensación de agobio y resentimiento que aparece cuando sacrificas por completo tus necesidades.
La plumificación no significa abandonar tus responsabilidades. Significa encontrar el equilibrio que te permita cumplir con lo esencial sin sacrificar tu bienestar. Es aprender a distinguir entre lo que realmente importa y lo que puede esperar.
Tu aliada digital para plumificarte
Si estás en ese punto donde tu lista de tareas y tus deseos personales están librando una batalla campal cual compañeros de trabajo en una jornada de paintball, te dejo este prompt para preguntarle a la IA y ayudarte a tomar decisiones:
💡 Pluma Digital: Salva tu día (y tu cordura) con tu asistente anti-culpa
Cuando tus tareas y tus deseos personales están en guerra, deja que la IA sea la mediadora de paz
"Tengo la siguiente lista de tareas pendientes [lista todas las tareas]. También me gustaría hacer [lo que te apetece: descansar, leer, etc.]. Ayúdame a identificar qué es realmente esencial hacer hoy, qué puede esperar, y cómo puedo organizarme para incluir tiempo para mí sin sentirme culpable. Recuérdame que mi bienestar es tan importante como mis responsabilidades."
¿Y tú? ¿Cuándo fue la última vez que le diste prioridad a lo que te apetecía sobre lo que "deberías" hacer? Te invito a que pruebes, aunque sea con algo pequeño. Quizás descubras, como yo, que el mundo no se acaba por dejar los pelusones del pasillo un día más, pero tu cordura te lo agradecerá infinitamente.
Hasta la próxima, Mujer Pluma.
Me sentí muy identificada con tus palabras, y leyéndolo "de afuera" es realmente increíble que tengamos que casi obligarnos a estar media hora sin hacer nada. Tan necesario, tan esencial. Gracias
Tu post me encantó. Me recuerdas mucho a Rosetta Forner, por la forma en la que escribes: con esa mezcla de fuerza, cercanía, y ese punto de gracia y rebeldía. Me pareció brillante. Solo quería decirte eso y darte las gracias por compartirlo.