Viviendo en piloto automático: cuando la vida pasa y ni te enteras
No respires, no pares, no te quejes: las tres reglas no escritas que nos están matando
¿Te ha pasado alguna vez que llegas a un sitio en coche y piensas: "¿cómo narices he llegado hasta aquí sin chocar con nada ni saltarme ningún semáforo?"?
A mí me pasa. Mucho. Demasiado.
Y lo peor es que no es solo con el coche. Es con LA VIDA ENTERA.
De repente es domingo por la noche y pienso: "¿dónde narices se ha ido el fin de semana?". O peor aún, es diciembre y me pregunto dónde quedó marzo (¿alguien ha visto junio? Se lo tragó un agujero negro). O mi hijo cumple años y me doy cuenta de que apenas recuerdo momentos específicos del año que acaba de pasar, más allá de esa vez que derramé café sobre el teclado por no estar a lo que tenía que estar (eso sí que no se me olvida).
Estamos viviendo en piloto automático. Y es un problema mucho más grande de lo que pensamos.
Las tres reglas no escritas que nos están matando
Si te fijas bien, a las mujeres se nos ha educado con un manual de instrucciones invisible que contiene tres reglas fundamentales:
1. No respires: Mantén el ritmo, siempre. Responder ese email a las 11 de la noche. Planificar el menú semanal mientras te duchas. Escuchar un podcast de crecimiento personal mientras haces deporte. Multitarea constante porque cada minuto tiene que ser productivo. Y si tienes que ir al baño, aprovecha para contestar WhatsApps, no vaya a ser que pierdas esos valiosos 3 minutos.
2. No pares: Descansar es de débiles. Tomarte un día para no hacer nada es de vagas. Y ese ratito muerto entre dejar a un hijo y recoger al otro seguro que puedes aprovecharlo para algo más que tomarte un café tranquilamente, ¿no? Quieta no puedes estar, mujer. Si hasta Netflix te pregunta "¿Sigues ahí?" después de dos capítulos como juzgándote por tomarte un respiro.
3. No te quejes: Ah, y todo lo anterior con una sonrisa, por favor. Que tienes mucha suerte y hay gente que está peor. Que nadie quiere a una quejica. Que las buenas [inserta aquí: madres/profesionales/esposas/amigas] no se quejan, resuelven. Y si se te ocurre mencionar que estás agotada, prepárate para el clásico "es que no te organizas bien".
Y así vamos por la vida. En piloto automático. Con el látigo invisible azotándonos la espalda. Maquinitas perfectamente programadas para hacer, hacer y hacer, pero sin estar presentes en ningún sitio. Somos como esos robots aspiradora que van dándose golpes contra los muebles: eficientes pero sin conciencia de lo que hacen.
La metáfora del coche es más real de lo que creemos
Cuando conduzco en piloto automático, estoy físicamente al volante, pero mi mente anda en otra parte. Estoy pensando en la compra, en ese mensaje que no contesté, en el cumpleaños que viene, en cosas del trabajo, en las vacaciones que no he planificado...
Mi cuerpo va por un lado y mi mente por otro. Desconectadas.
¿Te suena?
Y lo más triste es que así nos pasamos la vida: presentes físicamente pero ausentes mentalmente.
En la cena familiar, pensando en el trabajo. En el trabajo, pensando en los niños. Con los niños, pensando en lo cansada que estás. Un círculo vicioso donde nunca estamos del todo donde estamos.
Y lo peor es que esto tiene consecuencias:
No disfrutamos realmente de los momentos importantes
No nos damos cuenta de lo que nuestro cuerpo nos está diciendo
No vemos las pequeñas alegrías cotidianas
Y un día miramos atrás y tenemos la sensación de que la vida se nos escurrió entre los dedos
El origen de la locura: ¿por qué vivimos así?
Porque nos han enseñado que valemos por lo que hacemos, no por lo que somos.
Ahí está, lo he dicho. El elefante en la habitación. Y es un elefante gordísimo que se sienta en nuestro pecho cada triste día.
Desde pequeñas, muchas recibimos el mensaje de que nuestro valor está en:
Las buenas notas (¿un 9? ¿Y por qué no un 10?)
Ser productivas (incluso en nuestro "tiempo libre", que de libre tiene lo que yo de astronauta)
No dar problemas (niña buena = niña que no molesta)
Ser útiles para los demás (¿tu bienestar? ¿eso qué es? ¿se come?)
Cumplir con expectativas imposibles (ser guapa pero sin esfuerzo, ambiciosa pero no amenazante, sexy pero no demasiado...)
Y cuando crees que tu valor como persona depende de lo que consigues, parar se convierte en sinónimo de "no valer". Y si no vales, ¿quién te va a querer?
Qué movida más tóxica, ¿no? Pero la llevamos tan dentro que ni la cuestionamos.
El primer paso para salir del piloto automático
Es darte cuenta de que estás en él. Por eso, si al leer esto has pensado "joder, me está describiendo", ya estás un pasito más cerca de cambiar la dinámica.
Lo siguiente es entender que ese piloto automático no apareció de la nada. Es el resultado de un sistema que nos ha programado para funcionar así. Un sistema que nos quiere productivas, sumisas y agradecidas por el simple hecho de que nos dejen participar.
Y lo más liberador: puedes reprogramar el sistema. Poco a poco, sin pretender cambiarlo todo de golpe (que ya sabemos que eso no funciona).
Mi experimento para salir del piloto automático
Hace unas semanas empecé un experimento sencillo: tres veces al día, me pongo una alarma que me recuerda parar unos minutos y hacerme tres preguntas:
¿Dónde está mi cuerpo ahora mismo? (¿Tenso? ¿Relajado? ¿Con hambre? ¿Cansado?)
¿Dónde está mi mente ahora mismo? (¿En el presente? ¿En el futuro? ¿Preocupada? ¿Tranquila?)
¿Qué necesito realmente en este momento?
Suena simple, ¿verdad? Pues el primer día olvidé hacerlo. El segundo día, cuando sonó la alarma, la apagué pensando "ahora no puedo parar, tengo que terminar esto". Para el tercer día ya me sentía culpable por no cumplir con mi propio experimento.
¿Ves el patrón? Hasta para salir del piloto automático queremos hacerlo perfectamente. El látigo aparece hasta cuando intentamos soltarlo. Somos como esa persona que empieza a hacer dieta y al tercer día se come una galleta y piensa "ya lo he estropeado todo, mejor me como el paquete entero y empiezo de nuevo el lunes".
La IA como aliada en la "plumificación" (sí, he inventado esta palabra)
Aquí es donde entra una de mis herramientas favoritas para este proceso: la IA. No como otra cosa que gestionar, sino como una forma de liberar espacio mental (tengo que hacer un post sobre esto, porque amiga, de verdad que la IA te puede ayudar con todo esto y más).
La uso para cosas como:
Gestionar esa lista interminable de tareas, priorizando por mí cuando yo ya no puedo pensar con claridad
Trabajar sobre mi autoconocimiento identificando patrones
Aclarar ideas cuando mi cerebro está en modo "disco rayado"
No es una solución mágica, pero es una herramienta que me permite ser más "pluma" y menos "látigo".
💡 Pluma Digital: Tu guía personal anti-piloto automático
Aquí te dejo un prompt que uso yo misma cuando siento que llevo semanas en piloto automático y necesito ayuda para salir de ahí. Puedes copiarlo y pegarlo tal cual en ChatGPT o cualquier asistente de IA:
Actúa como mi guía para salir del modo piloto automático. Estoy viviendo demasiado rápido y sin consciencia. Necesito que:
1) Me hagas 3 preguntas sencillas para identificar en qué áreas de mi vida (trabajo, familia, relaciones, autocuidado) estoy funcionando más en automático
2) Basándote en mis respuestas, sugiere 2 microhábitos (de menos de 5 minutos) que pueda implementar para volver a conectar con el momento presente
3) Crea un pequeño mantra o frase que pueda repetirme cuando sienta que vuelvo al piloto automático
Usa un tono cálido y sin juicios. No necesito más presión, sino recordatorios amables.
Lo bueno de este prompt es que te da herramientas personalizadas, no consejos genéricos de "haz meditación" que ya sabemos todos pero que no siempre nos funcionan. La IA puede ayudarte a ver patrones que quizás tú no estás viendo, y todo en menos de 5 minutos.
El verdadero cambio: de la culpa al permiso
El mayor obstáculo para salir del piloto automático no es el tiempo (que también), sino la culpa. Esa vocecita que te dice que si no estás haciendo algo productivo, estás perdiendo el tiempo. Esa que te llama vaga por querer parar cinco minutos. Esa que te compara constantemente con la compañera, o la amiga o la conocida que parece tenerlo todo bajo control (spoiler: ella también está al borde del colapso, solo que lo esconde mejor).
Por eso, mi mantra actual es: "Me doy permiso para..."
Me doy permiso para respirar sin rellenar ese espacio con contenido, porque no soy un disco duro que hay que llenar.
Me doy permiso para sentarme a mirar por la ventana 5 minutos, aunque mi lista de tareas sea más larga que la temporada 8 de Juego de Tronos.
Me doy permiso para no ser perfecta en todo, porque ni la Mary Poppins lo era (seguro que tenía sus días).
Me doy permiso para abandonar el látigo y abrazar la pluma, aunque a veces el látigo se sienta tan familiar que dé miedo soltarlo.
La revolución empieza en pequeño (y con torpeza)
Si algo he aprendido en mi camino para salir del piloto automático es que no hay un interruptor mágico. No te despiertas un día siendo la reina de la consciencia plena. Es más bien como aprender a andar en bici de adulta: te caes, te sientes ridícula, te frustras, pero cada vez aguantas un poquito más el equilibrio.
Y ese "un poquito más" es suficiente. Es revolucionario.
Porque en un mundo que nos quiere siempre corriendo, siempre produciendo, siempre "en piloto automático", el acto más rebelde que podemos hacer es parar conscientemente y respirar.
Así que hoy, ahora mismo, te invito a que hagas una pequeña revolución: tómate 30 segundos (sí, solo 30) para sentir tu respiración. Ni siquiera tienes que cerrar los ojos. Solo nota cómo entra y sale el aire. Te acabo de regalar 30 segundos de vida consciente.
¿A que no ha sido tan difícil?
Y tú, ¿en qué parte de tu vida sientes que has puesto el piloto automático? ¿Te atreves a desconectarlo aunque sea por 30 segundos?
Hasta pronto, Mujer Pluma.
Tengo pensado seguir hablando sobre cómo identificar esos "momentos látigo" y transformarlos en "momentos pluma". Mientras tanto, quizás quieras probar ese prompt que te he dejado más arriba. Lo peor que puede pasar es que te des cuenta de algo que ya sabías... o quizás descubras algo que llevabas tiempo sin ver.
Gracias, Carol.
Parar y presència, ahí estoy.
Con la IA, aún no. No me atrevo. No quiero. Me resisto. Busco en otros lugares.