El mundo no va a parar para que tú sanes
¿Se puede seguir en pie con el mundo rugiendo alrededor?
Ayer leí una frase en una novela que me golpeó tan adentro que resonó como un grito en el Gran Cañón. Ya sabes, ese sitio donde el eco no se calla nunca.
La frase era: “El mundo no va a parar para que tú sanes”.
Y me quedé ahí, con el Kindle en la mano, sintiendo cómo esa verdad incómoda se instalaba en mi pecho como una piedra.
Porque justo estos días estoy pasando lo que llamo temporada de tormenta.
Las cuatro temporadas de tu vida (y por qué importan)
En el libro Mujer Pluma hablo de que tu vida no es una línea recta hacia arriba donde cada día estás mejor que el anterior. Tu vida tiene temporadas, como el año:
Tormenta: cuando todo se te viene encima y lo único que puedes hacer es sobrevivir
Recuperación: cuando empiezas a levantar cabeza pero todavía estás frágil
Mantenimiento: cuando las cosas están estables y puedes mantener el ritmo
Expansión: cuando tienes energía para crecer y probar cosas nuevas
Pues bien. Han pasado dos meses desde que empezó el curso. Dos. Y ya estoy en temporada de tormenta otra vez —yo que venía de la calma chicha.
Me siento atrapada por mis obligaciones. Quiero no correr. Quiero cuidarme. Pero la vida me arrolla igual.
Y ahí está la verdad que me noqueó ayer: la vida sigue.
El mundo no va a parar. Tus hijos tienen que comer. El trabajo no se pausa. Las facturas no esperan a que tú estés mejor.
Tienes que sanarte mientras sigues caminando. Mientras sigues haciendo. Y esto es difícil de cojones, porque es querer, y muchas veces, no poder.
Pensar, sobre-pensar, y luego pensar sobre el sobre-pensar (el bucle infernal)
Durante los últimos años de mi vida he aprendido que una buena táctica para estos momentos es ir al mínimo viable. Pequeños cambios, pequeñas acciones. Vivir más ligera esta vida que ya tienes.
Pero hay días en los que me cuesta ver la luz.
El lunes fui a una sesión de etioterapia. (Por si no sabes qué es: es una terapia alternativa que busca la causa emocional de tus problemas físicos a través del pulso, porque al parecer tu cuerpo guarda memoria de todo lo que no has procesado. Ya te contaré más otro día).
El caso es que tengo una enfermedad autoinmune. Y estoy convencida de que ha sido a causa del estrés, de vivir con mi SNA (Sistema Nervioso Autónomo) en estado de alerta constante durante años. Vamos, que tengo al simpático en una rave sin fin.
¿Y qué salió en la sesión?
Que pienso demasiado. Que analizo todo desde todos los ángulos posibles buscando soluciones. Que intelectualizo cada emoción, cada problema, cada conflicto.
Vaya novedad, amigui.
Esto lo sé desde hace años. Me quedó claro cristalino el día que vi mi carta natal.
Se viene chascarrillo astrológico
Tu carta natal —por si no tienes ni idea de esto— es el mapa de tu pensar-sentir-hacer. Es decir, cómo procesas el mundo, cómo sientes, cómo actúas. A mí me impactó tanto cuando vi la mía que me puse a estudiar astrología durante 3 años.
Ahora siempre digo que ver tu carta natal es como verte en pelotas. La gente se ríe, pero luego cuando esta boquita empieza a soltar verdades como puños —talentos, debilidades, patrones que repites, hechos de tu vida— a la peña ya no le hace tanta gracia.
Pues bien: en mi carta natal, 7 de mis 10 planetas están en signos de aire. Mercurio —cómo piensas, procesas la información y comunicas— y Luna —tu mundo emocional— incluidos.
¿Y qué es el aire? Pensamiento. Análisis. Comunicación. procesamiento de datos. La capacidad (y la maldición) de hablar, explicar, racionalizar, entender TODO a través de la cabeza.
Aún con todo eso, emocional soy un rato largo. Y mi intuición está súper desarrollada. No es que no sienta, siento muchísimo.
El problema es que pienso lo que siento. Que necesito entenderlo, analizarlo, ponerle palabras, darle estructura. No puedo simplemente sentir y ya. Tengo que procesarlo mentalmente o me vuelvo loca.
Antes esto me desesperaba. Intentaba cambiar. Ser menos mental, dejar de darle tantas vueltas a todo.
Pero el autoconocimiento —ya sea a través de la astrología, la terapia o mirarme al espejo sin filtros— me ha enseñado algo crucial:
No se trata de cambiar lo que viene de serie contigo. Se trata de dejar de pelearte con ello y aprender a gestionarlo.
Nunca voy a dejar de pensar mucho. Eso no se elimina.
Pero ahora sé que es algo intrínseco en mí. Y sé que puedo hacer cosas para sobrellevarlo: meditar (aunque me cueste), soltar el análisis obsesivo (aunque acabe volviendo), fluir un poco más (aunque mi instinto sea seguir dándole vueltas al coco).
No lo voy a curar. Pero puedo convivir mejor con ello.
Y aun así, la vida no espera
Y aquí vuelve la frase de la novela.
Porque una cosa es entender cómo funciona tu cabeza. Otra muy distinta es que el mundo te dé el tiempo y el espacio para aplicar todo ese autoconocimiento.
El conocerte mejor no hace que las obligaciones desaparezcan. No hace que tus hijos dejen de necesitarte. No para el reloj mientras tú intentas meditar o procesar o simplemente respirar un puto segundo.
Por eso esta frase me impactó tanto. Porque es real.
La vida no se pone en modo avión porque tú te caigas.
Y tenemos que sanarnos igualmente. Mientras seguimos haciendo. Mientras la vida sigue zarandeándonos como una batidora.
Me repito constantemente que hay que meditar, que hay que dejar de pensar, que hay que fluir.
Pero qué difícil, joder.
Qué hago yo cuando estoy así (spoiler: nada del otro mundo)
¿Sabes cuando tu móvil se está quedando sin batería y activas el modo de ahorro de energía? Pues eso.
Cuando estoy en temporada de tormenta, voy a mínimos en todo.
Bajo las expectativas de todo lo que no sea absolutamente esencial. Las comidas son más simples. La casa está menos ordenada. Digo que no a cosas que en otra temporada diría que sí. Me permito que las cosas no queden perfectas.
E intento ir pronto a dormir. Aunque sea lo único que haga bien ese día.
No tengo grandes tips para compartir. No tengo una fórmula mágica.
Y aquí viene la parte jodida.
A veces pienso: ¿quién narices soy yo para hablar de todo esto si me paso media vida en el puto barro?
Si te hablo de fluir o de hacer pequeños cambios y hay días en los que no soy capaz de seguir mis propios consejos.
Si te hablo de vivir más ligera la vida que tienes y a mí la vida en días como hoy me arrolla como un puto tren de mercancías y lo único que quiero es quedarme en casa, en el sofá, con una manta hasta las orejas y una taza de café caliente —quien dice café caliente dice copa de vino, todo depende del nivel de drama— sin hacer nada.
Que alguien venga y se haga cargo, de TODO. Que me diga “tú tranquila, ya me ocupo yo”.
¿Qué sentido tiene esto? Tú vienes aquí buscando soluciones, ¿no? No alguien que te diga “oye, que yo también estoy jodida”.
Yo no tengo mi vida resuelta. No he superado nada definitivamente. Sigo cayendo en los mismos patrones. Sigo teniendo días de mierda.
Lo único que puedo ofrecerte es honestidad. Un “mira, esto me ha funcionado un poco, aunque no siempre”.
Y permiso. Permiso para estar mal. Permiso para no tenerlo todo resuelto. Permiso para hacer las cosas a medio gas. Permiso para que algunos días tu mayor logro sea simplemente no hundirte.
Y compañía. Saber que no eres la única que tiene días así. Que no estás fallando. Que esto ES difícil de cojones para muchas, no solo para ti.
Hay días en los que el camino es simplemente hacer lo que puedas, cuando puedas, con lo que tengas.
Y aceptar que estás en temporada de tormenta. Que no es el momento de expandirte ni de florecer. Que es el momento de no hundirte. Y que eso ya es suficiente.
Porque el mundo no va a parar.
Pero tú tampoco tienes que correr más rápido para alcanzarlo.
¿Tú también estás en temporada de tormenta? ¿También te cuesta sanarte mientras la vida sigue a toda velocidad? Cuéntamelo en comentarios. A veces simplemente saber que no estás sola ya es algo.
PD: Si quieres recibir cada martes y viernes en tu correo reflexiones como esta (y herramientas de IA para vivir más ligera), suscríbete aquí. Es gratis, sin spam, y puedes darte de baja cuando quieras.
PD2: Si tienes curiosidad por el libro Mujer Pluma, puedes cotillear aquí



Honestidad, permiso y compañía. ¿Te parece poco? Para mi época de tormenta que se está alargando años, es mucho. Un sostén ya que no podemos decir eso del que se pare el mundo que yo me bajo. Seguimos, Carol. Te ofrezco lo mismo. Apoyo, empatia y abrazos (aunque sean virtuales).
A mínimos, pero seguimos.
Siento que cada vez me cuesta más de mi etapa tormenta. Cuando parece que, por fin, levanto cabeza, paso algo que se me lleva por delante. Actualmente, estoy tan bloqueada que voy en piloto automático. Pero eso, la vida sigue y, aunque me encantaría parar, tengo muchas responsabilidades. Nunca escuché lo de la carta natal, lo buscaré.